Paradójicamente, cuanto más expertos somos, mayor es el riesgo de error, lesiones y accidentes. El hábito es el culpable: si no tenemos los ojos ni la mente en la actividad ni que sea por un momento, estamos "indefensos". Le explicamos cómo reaccionar de manera oportuna.
Hasta ahora, en esta serie hemos cubierto gran parte de la teoría que sustenta el comportamiento seguro en tiempo real, desde la energía peligrosa a través de las fuentes de eventos inesperados, hasta llegar al concepto de que las actividades más peligrosas no se correlacionan necesariamente con las peores lesiones. La mayoría de los accidentes y lesiones ocurren porque estamos indefensos momentáneamente, es decir, sin ojos o mente en la actividad en el instante crucial. Ahora pasamos a ver cómo se puede reaccionar a tiempo para prevenir lesiones y accidentes mucho antes de que ocurran.
Una y otra vez nos distraemos con errores involuntarios que simplemente nos “suceden”, como si no tuviéramos influencia en los eventos, pero el peligro de la distracción es precisamente lo que nos deja indefensos, no de forma permanente, pero si lo suficiente como para hacernos daño. Por lo tanto, no es sorprendente que las personas que acaban de tener un accidente a menudo afirmen que en realidad no han hecho nada malo, por ejemplo, que no conducían demasiado rápido, sin embargo, al reflexionar, admiten que pueden haber estado un poco cansados, que querían ajustar el asiento del vehículo mientras conducían o que tenían la mente ocupada en otros pensamientos o preocupaciones. Entonces, de repente, se encuentran envueltos en una colisión, tuvieron una caída desagradable, o sufrieron una conmoción cerebral.
El hecho es que la distracción puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar. Podemos observar, si reflexionamos con cuidado, que no se trata de lo que estábamos haciendo cuando sucedió algo, sino cuándo lo estábamos haciendo. Sólo si sabemos CUÁNDO, podemos evitar lesiones y accidentes. Mirar más de cerca el momento en cuestión, nos llevará a descubrir por cuál razón nos metimos en problemas, porque revela que no teníamos los ojos ni la mente en la actividad, y por lo tanto nuestros reflejos no podían hacer su trabajo.
Un enfoque centrado en el momento requiere un cambio real de paradigma. En los puntos de vista tradicionales de la seguridad laboral, el enfoque suele ser la actividad en sí y no el momento. Esto significa que los administradores de salud, seguridad y medio ambiente consideran principalmente las condiciones de trabajo peligrosas, como las llamas, las cuchillas giratorias, las superficies resbaladizas, etc. Cualquier energía peligrosa en juego, como un ser humano en movimiento, inicialmente no es parte de la evaluación de riesgos, aunque en muchos casos eso es precisamente lo que convierte una situación no peligrosa en una situación de riesgo. Un pilar en una sala, por ejemplo, no representa ninguna amenaza como tal, sin embargo, si hay una carretilla elevadora en marcha atrás y no ve el obstáculo porque se está centrando en las personas alrededor, la colisión posterior solo puede atribuirse a la energía cinética causada por las personas en movimiento.
Paradójicamente, usted está más indefenso y propenso a sufrir lesiones cuando realiza una actividad que a menudo ha realizado antes. La razón de esto es que a medida que aprendemos algo nuevo y el riesgo de lesiones parece alto, cuidamos más y mantenemos nuestros ojos y nuestra mente en dicha actividad, (ver Figura 1), sin embargo, cuanto más expertos estemos en una actividad determinada, cuanto más a menudo la realicemos, más probabilidades habrá de que nuestros pensamientos divaguen.
Al principio, es un asunto simple que nos ayuda a percibir una disminución en nuestra atención, y por lo tanto, volver al tema en cuestión, sin embargo, con el tiempo, una actividad tiende a volverse cada vez más automática en la forma en que la realizamos, y creemos que ya no tenemos que centrarnos en ella. El riesgo potencial que habíamos tenido en mente comienza a desvanecerse. Esto marca el punto en el que hemos llegado a la primera de las “etapas de la autocomplacencia” (ver Figura 1).
Lo que hace que esta situación sea realmente peligrosa, es cuando nuestra autocomplacencia coincide con otro estado que nos hace más susceptibles a los errores como la prisa, por ejemplo. Desafortunadamente, cuando vamos de prisa, la razón de tenerla también puede llamar nuestra atención. Como resultado, ya no nos estamos enfocando en nuestra velocidad, en nuestro entorno, o en nuestro propio riesgo de seguridad. En cambio, nuestros pensamientos giran en torno a por qué queremos llegar a tiempo, o lo que podría suceder si llegamos tarde. Por ejemplo, cuando perdemos el tren, nuestras mentes están ocupadas con una pregunta práctica: ¿Llegaré a tiempo? ¿Cuándo saldrá el próximo tren? ¿Podré mantener mi cita? Como resultado, es posible que no prestemos atención a lo que tenemos delante y a potenciales obstáculos inesperados.
De hecho, mientras más prisa nos damos, más atención requiere la situación, y a medida que avanzamos demasiado rápido o más rápido de lo que queremos (e incluso intentamos hacer varias cosas al mismo tiempo), es posible que nos preocupemos por las causas y las consecuencias de la prisa en lugar de permanecer en la actividad. Es así cuando empezamos a realizar maniobras de adelantamiento riesgosas, recortar esquinas e incluso pasar por alto las señales de tráfico, justo en ese momento debemos reconocer que tenemos prisa, percatarnos para aprovechar la oportunidad, y reaccionar adecuadamente antes de que sea demasiado tarde. En resumen, en ese momento tenemos que auto-activarnos.
De manera similar, podemos reconocer de inmediato un brote de ira y usarlo como un desencadenante para volver al momento, mantener nuestros ojos y nuestra mente en la actividad, sin embargo, cuando llegue la frustración, dependiendo del nivel involucrado, esto puede ser difícil, si solo estamos molestos, continuaremos haciendo nuestro trabajo pero estaremos mucho menos atentos.
El cansancio también es un estado a tener en cuenta. Cuando estamos realmente agotados, los signos son fácilmente reconocibles. Lo más más difícil es cuando estamos solo un poco cansados, porque los altos y bajos de energía son parte de nuestra rutina diaria, piense en el bajón después del almuerzo con el que todos estamos acostumbrados.
De estas experiencias podemos extraer algunas buenas noticias, si una condición es lo suficientemente grave, podemos reconocerla fácilmente y percibir la señal de advertencia. Por otro lado, si solo estamos un poco cansados y agregamos un poco de estrés y frustración, la combinación conducirá rápidamente a errores, y es probable que provoquen aún más frustración e incluso más prisa.
Es precisamente esta combinación de múltiples estados lo que nos hace indefensos, aunque solo sea por un momento. Un ejemplo de esto, es el sentimiento que tenemos cuando estamos agotados, y sobreestimando nuestras habilidades, solo queremos cerrar los ojos por un momento. Los microsueños son probablemente uno de los mejores ejemplos para mostrar cómo podemos estar indefensos sin darnos cuenta. Desafortunadamente, la mayoría de la gente conoce este fenómeno por su propia experiencia. Está claro que, aunque el concepto de auto-activación pueda parecer simple, en realidad no lo es, pero ¿Cómo podemos nosotros, como conductores expertos, quedarnos dormidos al volante? Recuerde que como conductores novatos, nunca lo hicimos, pero con una mayor confianza en nosotros mismos, a veces nos sobreestimamos. Mientras conducimos hay muchos momentos para pensar en el riesgo de lesiones, pero no lo hacemos a menudo. Esta es la segunda etapa de la autocomplacencia, los peligros potenciales ya no funcionan como disparadores porque ya no los percibimos como tales. Esto significa que necesitamos un estímulo externo para devolver el riesgo a nuestra conciencia. Como tal, reconocer las condiciones y usarlas como activadores puede prevenir de manera confiable accidentes y lesiones, sin embargo, si este estímulo falla, las personas toman decisiones más o menos conscientes, como por ejemplo trabajar en sus propios hábitos de seguridad, usar el equipo de protección personal prescrito, cumplir con todos los procedimientos de trabajo, o tomar precauciones de seguridad razonables. Si ha hecho algo durante varios años de una manera insegura y nunca se ha lesionado, entonces es lógico que haya poca motivación para modificar su comportamiento. Incluso si ha tenido una serie de casi accidentes graves, no se molestará, ya que todo al final parece haber salido bien. Para algunos, este patrón resulta en una resistencia a cambiar, que en última instancia puede terminar en una fatalidad.
Si no conoce el concepto de auto-activación entonces, cuando tiene prisa, inevitablemente se enfoca en la razón el por qué está con prisa, frustrado o cansado, cuáles serán las consecuencias si, por ejemplo, pierde una cita y cómo puede cambiar eso. En ese momento, probablemente decida hacer algo que debería evitar, como manejar su vehículo y mirar su teléfono, ahora no tiene ni los ojos ni la mente en la actividad, por lo que no verá lo que se está acercando, y por lo tanto, no podrá reaccionar de manera oportuna. Tenga en cuenta que la mayoría de las veces, estos momentos indefensos pasan desapercibidos a menos que suceda algo.
En resumen, el miedo inicial de un novato en una actividad, disminuye gradualmente y finalmente desaparece por completo. Solo los casi accidentes nos hacen volver a tomar conciencia del verdadero riesgo de seguridad, como cuando una carga cae a nuestro lado. En este punto, necesitamos un estímulo externo para reevaluar el riesgo adecuadamente.
Cuando empecé mi trabajo como consultor para programas de seguridad ocupacional, me enfrenté repetidamente con la misma observación. Los empleados más jóvenes se lesionan con más frecuencia, pero son los mayores y más expertos los que mueren como resultado de accidentes. Entonces, si las personas mayores se lesionan, sus lesiones son peores, ¿pero por qué? Al fin y al cabo, parecía obvio que los más jóvenes e inexpertos se lesionasen porque no habían recibido la capacitación adecuada, que es lo que mi compañía estaba ofreciendo. No podía entender porque el personal entrenado y con experiencia sufrían tantas lesiones graves e incluso muriesen. De hecho, parecía que nadie en la gestión o en la seguridad tenía una explicación plausible, pero en retrospectiva, la solución era simple: las actividades repetidas durante un período de tiempo conducen a una mayor autocomplacencia y negligencia. Más autocomplacencia significa más momentos indefensos cuando no tiene sus ojos y su mente en la actividad, y aunque son mayores y tienen más experiencia, los empleados a largo plazo a menudo se encuentran en situaciones en las que tienen prisa, se cansan o se frustran, como hacen los empleados jóvenes. En estas situaciones, es difícil reconocer cada estado y aplicar la técnica de auto-activación automática.
Si la autocomplacencia y al menos uno de los estados de prisa, frustración o cansancio coinciden, entonces una pregunta es extremadamente útil. En una escala de uno a diez, ¿qué tanta prisa, frustración o cansancio tiene usted?. Responda esa pregunta, y entonces se verá obligado a pensar en ello. La pregunta solo le llevará de vuelta al momento. Este estímulo externo le muestra cuándo está corriendo, incluso si no lo nota usted mismo. La técnica funciona con frustración y cansancio o con una combinación de estados. Lo importante es hacer la pregunta, especialmente cuando se trata del proceso progresivo de la autocomplacencia.
Llamamos a este método “Evaluar su Estado”. Generalmente se le pregunta a los pacientes en el hospital que califique el dolor en una escala de uno a diez. En nuestro sistema, un diez significaría viajar más rápido que nunca, una carrera frenética, mientras que un dos o uno significa realmente lento o parado. Cuando se trata de la escala de autocomplacencia, un puntaje de diez representaría, por ejemplo, nuestra preocupación mental por una discusión reciente, cuando lo que estamos haciendo en ese momento es reparar un cable roto.
ANTICIPANDO EL ERROR
El método “Evaluar su Estado” no requiere una evaluación meticulosa de su frustración, por ejemplo. Es importante que reconozca con qué está tratando, un poco (o más) de frustración, cansancio o prisa, lo que a su vez aumenta los riesgos, como conducir demasiado rápido, microsueños, o elegir palabras imprudentes en presencia de clientes. Con este método simple, podemos identificar los estados individuales incluso si no son tan claros. Lo que tenemos que hacer es simplemente reconocer cuando estamos en uno o más de estos estados.
Naturalmente, nadie lo sabe mejor que nosotros porque conocemos nuestra rutina diaria y sabemos, por ejemplo que hay más prisa justo antes del cambio de turno, cuando tendemos a cansarnos, quien probablemente vendrá a nosotros con actividades adicionales, qué efectos costosos puede causar un error crítico, qué errores cuestan mucho tiempo, y qué tiene un impacto negativo en las relaciones con los clientes. Con este conocimiento, podemos prepararnos para estos momentos críticos del día. Podemos esperar que la frustración, la prisa o el cansancio puedan guiarnos a las peores consecuencias, ya sea en términos de seguridad, calidad, eficiencia de la producción o servicio al cliente, tanto interna como externamente.
Con todo, vale la pena hacerse estas preguntas. Si lo hace e integra este pensamiento en su rutina diaria, quizás establezca una alarma para calificar su estado en determinados momentos u organice estas reflexiones en la rutina previa al turno en el trabajo. En contraste con los errores no intencionales, los estados en los que necesitamos la auto-activación no ocurren inesperadamente. Puede serle muy útil calificar su estado en el momento adecuado, inclusive si es solo un poco de prisa o frustración en combinación con la autocomplacencia, estará mucho más consciente del riesgo y es menos probable que cometa los dos primeros errores críticos al mismo tiempo. Efectivamente, uno gana la oportunidad de protegerse si usted se hace la pregunta en qué estado está, verifica su estado en el momento adecuado, y organiza sus rutinas de cambio de turno adecuadamente. Entonces reduce estos “momentos indefensos” a un mínimo absoluto.
Para evitar errores y por lo tanto accidentes, “Evaluar su Estado” es una estrategia tremendamente valiosa, una vez que alcance el primer nivel de autocomplacencia, que es relativamente rápido. Por supuesto, se necesita un poco de esfuerzo, pero “Evaluar su Estado” no le costará nada, ni tiempo ni dinero.
“Evaluar su Estado” le da la respuesta a la pregunta de cuándo es probable que ocurra un error crítico, es decir, cuando corre el riesgo de que los ojos y la mente se desvíen de la actividad. Piense de nuevo en las lesiones que ha sufrido, que podrían ser muchas si incluye cada golpe, moretón, rasguño y corte. A la luz de lo que hemos discutido anteriormente, la lección debe ser rápidamente clara, el patrón subyacente detrás de estas lesiones tiene mucho más que ver con el “cuándo” que con la actividad en sí misma.
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