Cuanto más a menudo realizamos una actividad, más rutinaria se vuelve y más rápido la realizamos. Los movimientos repetitivos están grabados en nuestro cerebro y son automatizados por él, ni siquiera tenemos que pensar en lo que estamos haciendo. Como resultado, trabajamos más rápido y por lo tanto, de manera más rentable, pero exactamente es este automatismo que puede convertirse en un riesgo de seguridad, porque con la rutina nuestra conciencia de los riesgos y peligros disminuye significativamente.
¿Riesgo por la rutina? Esto es lo que pasa en el cerebro
Optimizar los procesos de trabajo es un objetivo importante de las empresas. La optimización de procesos y los procesos de trabajo perfectamente integrados, pueden reducir costos y recursos. Los procesos estandarizados y consistentes en la producción son para asegurar menos errores, mejor calidad y mayor velocidad.
Esta estandarización encaja con la forma en que funciona nuestro cerebro, porque alrededor del 90 por ciento de nuestros procesos cerebrales son subconscientes. Para ser más eficiente, intenta automatizar los procesos tanto como sea posible. A través de la repetición, el proceso de pensamiento y acción se acelera, volviéndose más efectivo y más eficiente en términos de fisiología metabólica. Nuestro cerebro optimiza los procesos de trabajo. Si un proceso se repite con suficiente frecuencia, ya no tenemos que pensarlo activamente, nos volvemos expertos en hacerlo y por así decirlo, trabajamos automáticamente, pero esto también tiene sus inconvenientes y difícilmente lo entendemos. Por un lado, se nos hace difícil cambiar los procesos internos una vez que los hemos internalizado. En segundo lugar, con el aumento de la rutina, tendemos a distraernos un poco.
La rutina pone en peligro los procedimientos de trabajo en seguridad laboral
Cuando el trabajo se convierte en rutina, ya no prestamos atención a lo que estamos haciendo. Por lo tanto, aumentamos innecesariamente nuestro riesgo de lesiones incluso en actividades aparentemente simples, porque no podemos reaccionar a tiempo ante los peligros, entonces nos volvemos más susceptibles a los errores:
- Estamos mirando a otro lugar y no tenemos los ojos en la actividad.
- Pensamos en otra cosa y no tenemos la mente en la actividad.
- No estamos atentos a nuestro entorno y entramos en la zona de peligro.
- Estamos distraídos y perdemos el equilibrio, la tracción o la adherencia.
Esto nos puede pasar durante cualquier actividad, ya sea que estemos:
- clasificando paquetes, como en la imagen de portada en la línea de montaje en el almacén,
- en la sala de producción en la prensa para insertar el material en pasos recurrentes,
- o trabajando en casa durante horas, serrando tablas de madera.
Incluso, breves momentos de distracción aumentan la probabilidad de errores: se puede cortar en un borde afilado, puede colocar tablas de forma desorganizada que se le pueden venir encima o confundir el cajón y posiblemente tener que ordenar nuevamente.
Con la rutina, la conciencia sobre los riesgos y la seguridad disminuye
Mientras más experiencia tengamos, mayor es el riesgo de accidentes, porque especialmente entre los empleados mayores, los accidentes fatales se acumulan. Eso es porque con el tiempo la rutina lleva a la negligencia, especialmente si “todo ha ido bien hasta ahora”, sin importar si tenemos cuidado o no. Inconscientemente, esto significa que los riesgos y las amenazas ya no se perciben como tales, y dado a que los empleados mayores y experimentados sirven como modelos a seguir y proporcionan puntos de orientación en la empresa, la dramática consecuencia es que incluso los colegas más jóvenes se vuelven negligentes. Por esto, es importante romper las rutinas y establecer hábitos de seguridad positivos, especialmente entre los empleados de más edad, lo que a menudo es difícil. Muchas veces escuchará algo como: “siempre lo hemos hecho de esta manera”.
Comience una rutina, mejore la seguridad personal
Otro factor que complica las cosas es que el trabajo de rutina se percibe como significativamente positivo, tener mucha rutina parece ser sinónimo de habilidoso, sin embargo, si uno reconoce la rutina en el contexto del patrón de estado a error, se revela la otra cara de la moneda: se convierte en un riesgo de seguridad.
La rutina nos hace sobreestimar nuestras habilidades y ser autocomplacientes, sin que lo percibamos. Cuanta más experiencia tengamos en una actividad y cuanto más expertos nos convirtamos, menos percibiremos potenciales peligros. Esto debe ser evitado. Para evitar aumentar innecesariamente nuestro riesgo de seguridad durante las actividades de rutina, debemos observar patrones de error, tanto los nuestros como los de los demás. A través de la capacitación dirigida, podemos desarrollar una sensibilidad para la seguridad y aprender a cómo reducir y evitar deliberadamente nuestros propios errores involuntarios, mucho antes de que puedan ocurrir.
La optimización de los procedimientos de trabajo tiene sentido desde el punto de vista empresarial ¡Tenga siempre en cuenta qué efectos negativos puede provocar la rutina, y tome las medidas para evitar errores debido a eso!
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