"Suerte": a menudo usamos esta excusa cuando hablamos de accidentes y lesiones menores, sin embargo, observe detenidamente y encontrará que los accidentes y las lesiones tienen poco que ver con la suerte. Lea aquí lo que realmente hace la diferencia.
A menudo oímos decir “tuve suerte”, cuando se trata de casi accidentes y lesiones leves. Ya cuando se trata de nuestros reflejos, a menudo tenemos peores resultados, pero un vistazo más de cerca revela que los accidentes en el trabajo y las lesiones relacionadas con el trabajo tienen muy poco que ver con la suerte. Como lo explica la última entrega de esta serie, el factor crucial es el error humano y precisamente más, si no mantenemos nuestros ojos y nuestra mente en la actividad que estamos realizando.
Nuestro artículo anterior mostró que las lesiones más graves generalmente no son causadas por lo que se consideran las actividades más peligrosas, pero ¿por qué nos equivocamos tan a menudo cuando evaluamos el riesgo que presenta una situación? La respuesta está en la percepción: las actividades que se perciben como peligrosas en efecto presentan (en gran medida) energía potencialmente peligrosa, sin embargo, dado que ya estamos esperando ese nivel de riesgo, estamos preparados física y mentalmente y también deberían existir medidas de seguridad para nuestra protección.
Lo que pasamos por alto son las amenazas discretas, que solo se convierten en un riesgo para la seguridad y la salud personales a través del error humano. Como aprendimos en el artículo sobre las actividades más peligrosas, los momentos más cortos de falta de atención son los más peligrosos e introducen un factor decisivo que la mayoría de las personas subestiman masivamente. La conclusión lógica sería entonces, incluir la mala conducta y el error humano como un factor de riesgo en cada evaluación de riesgo. ¡Por desgracia rara vez es el caso!
Además de esta evaluación de riesgos engañosa, hay otras suposiciones generalizadas que deben ser cuestionadas. Por ejemplo, en términos proporcionales, por cada lesión grave hay muchas lesiones menores, sin embargo, el resultado final de esta relación de resultados es que los expertos en seguridad siguen refiriéndose a las “pirámides de riesgo” en seguridad laboral (vea también la pirámide de riesgo personal: Figura 2).
Veamos más de cerca la realidad en términos estadísticos, la frecuencia de accidentes disminuye con la severidad de sus consecuencias. En primer lugar y los más comunes son casi accidentes, en segundo lugar siguen las lesiones mínimas, en tercer lugar están las lesiones menores, los cuartos y también comunes son las lesiones graves, y las muertes ocupan el quinto y último lugar. Estas estadísticas, sin embargo, no dan ninguna razón de por qué es así. La diferencia crucial, podríamos asumir, es que una persona tuvo suerte y la otra no.
Al final, nadie trata de lastimarse. Por naturaleza también contamos con numerosos mecanismos, como los reflejos, que podemos utilizar para prevenir lesiones. Instintivamente, usamos todo lo que tenemos para mantenernos seguros. Esquivamos las ramas que caen, agachamos la cabeza para evitar ser golpeados y pisamos los frenos para evitar chocar contra otro automóvil, pero si realmente nos lastimamos o no, no es una cuestión de suerte.
Cada uno de nosotros ha tenido cerca de 5,000 a 10,000 rasguños, golpes, moretones y cortes a lo largo de nuestras vidas. Sólo cinco o diez, sin embargo, fueron lesiones graves. En una proporción de 1000: 1, no se puede hablar solo de suerte. Esto se debe a que, incluso en el caso de “coincidencias desafortunadas” o “accidentes fortuitos”, en realidad siempre habrá causas asignables para estas lesiones, a menos que un meteorito te golpee en la cabeza.
Si observamos la matriz de riesgos (ver Figura 1) las posibles lesiones graves se pueden registrar en varios lugares. Las causas de las lesiones más graves que realmente ocurren están ubicadas en el medio, donde la gravedad esperada no se encuentra en su valor más extremo. Con respecto a los factores de influencia específicos, es notable que existen algunos patrones y paralelos.
Más del 95 por ciento de todos los incidentes son “auto-infligidos”, porque en cada ocasión, nuestros ojos y nuestras mentes no estaban en la actividad, pero ¿qué pasa cuando ni la cabeza ni los ojos están involucrados?
Tomemos un momento para revisar sus propias lesiones, intente recordar ¿alguna vez se hizo daño en un momento en el que estaba mentalmente concentrado en la actividad que realizaba? Improbable. ¿Le dolió cuando se dió cuenta de que su mente comenzó a divagar y se dió cuenta del riesgo? ¡También es poco probable!
Volviendo a “los ojos no en la actividad” piense de nuevo en sus lesiones, especialmente en las graves: ¿Estaba concentrado en la actividad en el momento crucial? ¿Estaba mirando y moviéndose en la misma dirección? ¿Estaba consciente de lo que podría suceder y pendiente de la zona de peligro? ¿Había identificado lo que podría hacerle perder el equilibrio, la tracción o el agarre? En resumen: ¿Mantenía sus ojos en la actividad o no?
Por experiencia propia, podemos decir que la propia atención es el factor decisivo en la gravedad de la lesión, independientemente del tipo de actividad.
Cuando ocurre un accidente, la persona en cuestión generalmente no tenía la mente ni los ojos en la actividad que realizaba. En tal situación, ni siquiera los reflejos tienen oportunidad: si no piensa ni mira lo que está haciendo en el momento decisivo, un pequeño riesgo puede resultar rápidamente en una lesión grave (ver Figura 2).
Piense en sus propias experiencias: ¿Con qué frecuencia han evitado sus reflejos un incidente o una lesión no intencional? ¿Cuántas veces tuvo que pisar repentinamente los frenos o apretar el volante para evitar que un vehículo o peatón se acercara? ¿Cuántas veces ha recuperado su equilibrio sin caerse? Podría pasarle cientos, o incluso, miles de veces.
Lo mismo se aplica a las lesiones reales que podrían haber sido peores. Hace una gran diferencia si, por ejemplo, todavía tiene la oportunidad de desacelerar, girar el volante, agachar la cabeza o amortiguar su caída. Una cosa es cierta: nuestros reflejos nos han salvado de un peor resultado en innumerables ocasiones.
OJOS NO EN LA ACTIVIDAD
Estas observaciones abren nuevas posibilidades. Capacitar a los empleados en habilidades y hábitos relevantes para la seguridad puede, de hecho, reducir la gravedad de los accidentes en el trabajo. Muchos accidentes graves podrían, incluso evitarse por completo, una vez que las personas estén capacitadas para mantener los ojos en la actividad que realicen.
Una vez entrenado el empleado, estará pendiente de: a) cualquier cosa que pueda hacer que pierda el equilibrio, la tracción o el agarre; b) zonas de peligro potencial, incluso antes de que comience a moverse; c) cualquier objeto que esté por encima de su cabeza para no golpearse antes de levantarse. ¡Primero mueva sus ojos, después mueva su cuerpo!
Todos a veces estamos cansados, frustrados, con prisa o autocomplacientes. Este hecho nos hace más propensos a errores críticos. Por ejemplo, en uno de estos estados, tendemos a no mirar por encima del hombro cuando doblamos la esquina y, por lo tanto, aumentamos innecesariamente el riesgo. Los reflejos y los hábitos pueden superar parcialmente el comportamiento complaciente o la negligencia. Cualquier persona que no vea que el peligro se acerca o no esté concentrado, no podrá evitar errores críticos a través de sus reflejos.
De forma que: ¡Manténgase atento y dirija su mirada hacia donde se realiza su trabajo!
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Cuando Ud. le pregunta a la gente ¿Qué es más importante: peligro o error humano? obtendrá muchas perspectivas diferentes. Este artículo explora esas perspectivas e introduce una nueva forma de pensar sobre los peligros y la energía peligrosa.
#2 – Las tres fuentes principales de eventos inesperados
El punto crítico es darse cuenta de que, en términos lógicos, solo puede haber tres fuentes de eventos inesperados: 1) Usted mismo hace algo inesperado. 2) Alguien más hace algo inesperado. 3) Algo inesperado sucede sin ser activado por nadie en particular.
#3 – La tercera dimensión de la evaluación de riesgos
Siempre ha sido difícil evaluar con precisión los peligros. Cuando se trata de seguridad laboral, la Matriz de Riesgos clásica debe extenderse por una dimensión. Aprenda por qué y cómo usarlo para mejorar la evaluación de riesgos.
#5 – Equilibrio de la progresión, finalización eventual del juicio de seguridad y desarrollo de habilidades
Cuanto mejor somos en algo, menos nos lastimamos, pero si confiamos demasiado en la rutina, nos volvemos autocomplacientes, lo que conduce a consecuencias graves.
#6 – El patrón de riesgo de estado a error y el concepto de auto-activación
Con las técnicas de reducción de errores críticos, se pueden evitar los errores antes de que ocurran. ¿Cómo? Hemos desarrollado el concepto de auto-activación para tratar las condiciones emocionales y físicas, incluso antes de que ocurran errores críticos y lesiones.
#7 – La neurociencia detrás de las técnicas de reducción de errores críticos
Los errores ocurren más rápido que el pensamiento. Reaccionar en tiempo real es crucial. El entrenamiento de nuestra mente subconsciente es la base para la velocidad refleja. ¡Con las TRECs, la capacidad de reacción puede ser tan rápida como un rayo!
#8 – La continuidad de la autocomplacencia y “Cuándo” vs. “Qué”
Paradójicamente, cuanto más expertos somos, mayor es el riesgo de error, lesiones y accidentes. El hábito es el culpable: si no tenemos los ojos ni la mente en la actividad ni que sea por un momento, estamos "indefensos". Le explicamos cómo reaccionar de manera oportuna.
#9 – Decisiones críticas – Parte 1: Riesgo normal vs. hacer una excepción
Muchos accidentes y lesiones son el resultado de errores involuntarios, pero ¿qué pasa si somos conscientes de que estamos asumiendo un riesgo al "ignorar" una regla? He aquí por qué repetidamente tomamos malas decisiones cruciales y cómo podemos evitarlas.
#10 – Decisiones críticas – Parte 2: Riesgo deliberado y error
¿Cuándo tendemos a aumentar deliberadamente nuestro riesgo? ¿Qué riesgos preferimos sobre los demás? A menudo actuamos bajo la ilusión de tener todo bajo control, pero es muy frecuente que un error aumente significativamente nuestro riesgo de accidentes y lesiones.
#11 – Mejora la calidad, la eficiencia de la producción y las relaciones con los clientes
Ya sea detrás de una máquina, de un volante o de la mesa, los errores también ocurren en las actividades de rutina, en promedio de 15 a 30 por día, afectando la calidad y la eficiencia de la producción. Con el enfoque correcto, el potencial de mejora es del 40 por ciento.
#12 – Lo que realmente causa prisa y una perspectiva diferente sobre el compromiso de los empleados
Incluso con una buena planificación, es muy fácil tener prisa en la vida cotidiana. Las reales causas a veces pasan desapercibidas. Descubra los métodos que pueden soportar dramáticamente la prevención de errores, la eficiencia y el compromiso de los empleados.